Hace unas semanas tuve una visita que fue un desastre.
Empresa instaladora me encarga tramitar el certificado energético para uno de sus clientes.
Sin problema, un día más. Cierro la visita, me planto allí y donde yo digo “deducción” ellos dicen “subvención”.
Aclaro la diferencia por si acaso y descubro que no quieren los certificados para deducirse la inversión en el IRPF, lo que quieren es pedir una subvención.
¿Cuál? No lo saben, esperan que se lo diga yo.
Pero el punto no es ese. El punto está en por qué no quieren deducirse la inversión en la declaración de la renta, cosa que recomiendo muy por encima de una subvención.
El propietario de la vivienda está en paro y le preocupa no tener nada que deducir en la renta del 2024.
Y yo pienso… Estamos a enero cabrón.
Pregunto: “pero tienes pensado estar en paro hasta finales de año?”
Tengo pocos filtros, lo sé.
Responde:
“Es que no encuentro trabajo”
“Es que no me contratan”
“Es que ya tengo 53 años”
“Es que no es fácil”
“Es que la cosa está muy mal”
Hubiese respondido todas y cada una de esas excusas, pero luego pienso “¿para qué?” y me callo.
Esta conversación me ha recordado al discurso que se escuchaba hace un par de años cuando el precio de la luz estaba por las nubes.
Quejas, quejas y más quejas sobre la situación que se estaba viviendo. Y los que más se quejan son los que menos hacen.
¿Has mirado si te sale a cuenta generar tu propia energía?
¿Te has parado a pensar cómo reducir tu consumo?
¿Se te ha pasado por la cabeza mejorar el aislamiento térmico para que te cueste menos dinero tener tu casa a una temperatura decente?
¿Me has contratado la optimización de tu factura de la luz?
Cuesta hacer cosas cuando te apalancas en la queja.
Te lo pongo fácil si no estás a gusto con lo que pagas con tu factura de la luz.
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PD: puedes hacerlo desde el sofá.